jueves, 15 de mayo de 2008

El motivo de nuestra partida...

¡Quién lo diría!. Hace ya trece largos meses desde que salimos de Caracas en busca de un futuro mejor, trece meses de alegrías, tristezas, angustias, celebraciones y otras muchísimas otras cosas mas. Lennys y yo nos fuimos de Caracas un 12 de Abril de 2007 sabiendo (O sin saber en toda su realidad, eso es algo que no creo que se sepa con certeza) que íbamos a dejar atrás muchísimas cosas, buenas y malas, para poder ofrecerle a Anna Celeste un futuro mejor o, por lo menos, lo mismo que mis padres pudieron darme cuando era pequeño. Me fuí de Venezuela por miedo, si, miedo a que un desgraciado llegase y me matase o me malograse por cuatro lochas, miedo a dejar desvalidas a mi hija o mi esposa ante esa posibilidad, miedo a que la incertidumbre política terminase de acabar con mi vida.

Ésto es algo que casi nadie sabe, pero en los últimos dos años antes de irnos de Venezuela, mi salud y hasta mi vida se vieron en una constante amenaza. En esos dos años viví el momento mas terrible que una persona puede vivir: Sentir que la mas reciente bocanada de aire que respiras puede ser la última. Sentir que la vida se te escapa por entre los dedos y que lo dejas todo atrás. Ese momento ocurrió un domingo de madrugada, cuando sentí algo muy parecido a un infarto. El médico determinó que no había sido un infarto, pero sí una neuralgia muy severa que afectó toda mi caja torácica. Esa neuralgia era producto de toda la neurosis en la que vivía, toda la tensión y pugnacidad existente en mi pequeñita realidad. Antes de eso, una Semana Santa, sufrí otra neuralgia en la misma zona que provocaba automáticamente un fallo en mi respiración, léase, que no podía respirar durante uno o dos segundos. Estuve en tratamiento durante casi un mes con ese problema. Pero el problema de salud mas grave que tuve que enfrentar por causa de las angustias e incertidumbres fueron dos hernias cervicales iguales a las que sufren el síndrome de latigazo (Colisiones en alta velocidad con vehículos), pero mi caso fue degenerativo causado, según mi médico, por el stress. El médico en cuestión me mandaba Rivotril como parte del tratamiento, pero las dosis que me recetaba era como para dormir y no despertar nunca. Durante nueve largos meses me tragué esas condenadas pastillas que me mantenían como si siempre estuviese en una nube, incapaz de hacer hasta las cosas mas simples sin parecer un borracho consuetudinario, y Lennys lloraba muchísimo a consecuencia de mi estado. Mientras seguí ese tratamiento descubrí que esas pastillas eran altamente solicitadas en todas las farmacias por sus efectos evasores de la realidad, por gente que no soportaba mas las noticias por la radio o la tele, las marchas, contramarchas, cadenas y alocuciones pugnaces.

La gota que rebosó el vaso fue la última vez que nos atracaron a mi Papá y a mí, con una 38 de la policía en la barriga a mi viejo y un cachazo en la nuca para mí. Estaba bajo los efectos del Rivotril (Y eso que me lo tomaba a las 8 PM, dormía y me despertaba aún con el efecto) y el impacto hizo que pasase las siguientes seis horas con un brazo dormido y un dolor de cabeza casi inaguantable. Para ese momento Lennys tenía poco mas de un mes de embarazo. Después de lo ocurrido, reduje la dosis del medicamento sin decirle nada al médico y preparé todas las cosas para irnos de Venezuela. Como nota curiosa, tengo conmigo sin estrenar 14 cajas de Rivotril que no quise tomármelas, 280 pastillitas que debía tragarme en el lapso de 3 meses.

Aquí en España raramente necesito tomar Rivotril, de hecho, tomé al principio para combatir el síndrome de abstinencia y, en éstos últimos seis meses, solamente he necesitado tomar una píldora una vez, cuando siento que el stress me engarrota el cuello y amenaza con hacer resurgir la hernia.

No hay comentarios: